Una serie de asesinatos vuelve a sumir a Irak en el terror

En menos de una semana, dos activistas fueron asesinados y otros tres se libraron por poco de serlo en Irak, nuevas víctimas de las luchas de poder entre los pro-Irán y el primer ministro, que se encuentra de viaje en Washington.

Mientras que el secretario de Estado estadounidense, Mike Pompeo, instaba a Bagdad a desmantelar los “grupos armados” del país, Riham Yaaqub, una entrenadora deportiva muy implicada en las manifestaciones antigubernamentales, era asesinada a balazos en Basora, en el sur de Irak, en la frontera con Irán.

Cinco días antes, el activista Tahsin al Shahmani fallecía en la misma ciudad, víctima de más de veinte disparos.

Los dos asesinatos generaron indignación en las cancillerías occidentales, que reclamaron justicia.

Pero también avivaron el temor entre la sociedad civil, que denuncia la incapacidad del Estado a la hora de protegerla frente a los milicianos

“Todo el mundo sabe quiénes son”

“No ha habido ninguna medida, mientras que todo el mundo sabe quiénes son los asesinos: son los mismos que mataron a Riham, Tahsin y Hisham al Hashemi”, un investigador que fue abatido por un grupo de hombres que iban en moto a principios de julio en Bagdad, afirma Amar al Helfi, un activista de Basora.

Como ya ocurriera con las decenas de asesinatos cometidos desde que estalló una revuelta popular en octubre contra la influencia de Teherán en Irak, tampoco estos crímenes fueron reivindicados.

Riham Yaaqub había realizado declaraciones en varios medios en el verano de 2018, cuando más de 100.000 habitantes de Basora acabaron en el hospital por un caso de contaminación del agua, que llevó a decenas de miles de personas a manifestarse. Un movimiento que culminó con el incendio del consulado de Irán.

La activista también había sido denunciada en los últimos dos años en las redes sociales por militantes pro-Irán, por haberse reunido con el cónsul estadounidense en Basora.

El lunes por la noche, Ludia Rimon, Fahad al Zubeidi y Abas al Subhi, todos ellos activistas, se dirigían a la casa familiar de Shahmani para presentar sus condolencias cuando un automóvil con varios hombres se acercó a ellos. Escaparon por poco de sus disparos, resultaron heridos pero ninguno murió.

Amenazas y campañas en línea

En total, desde el año pasado se produjeron “ocho asesinatos y siete intentos de asesinato en Basora”, recuerda Mehdi al Tamimi, director del Consejo de Derechos Humanos de la ciudad, la más rica en petróleo del país pero también una de las más menos dotadas de infraestructuras.

Para la ONU, detrás de esta campaña de secuestros, asesinatos e intimidaciones se encuentran “milicias”.

A principios de año, el ritmo de los crímenes bajó, en un Irak confinado a causa de la pandemia de covid-19, pero la escalada macabra parece haber recobrado impulso en el país, que no hace ni diez años que salió de una guerra civil.

No se ha abierto ninguna investigación oficial ni se ha efectuado ningún arresto por los asesinatos de Hisham al Hashemi, Tahsin al Shahmani ni Riham Yaaqub. Ni siquiera se han dado pistas sobre los autores.

Pero las amenazas, en cambio, cada vez se disimulan menos. La mayoría de los activistas secuestrados o que sobrevivieron a intentos de asesinato aseguran que recibieron amenazas, por teléfono o en redes sociales, por “milicias”, un término que en Irak se emplea para designar a las facciones armadas pro-Irán.

Esta semana, se publicó en línea un nuevo artículo de la agencia iraní Mehr, próxima a los ultraconservadores, en el que se acusa a Yaaqub y a otros activistas de pertenecer a una “red tejida por los estadounidenses para apuntar contra Irán en la región”.

Los pro-Irán llevan meses acusando a Estados Unidos de estar detrás de las manifestaciones y una de las facciones más radicales del país incluso acusó al primer ministro Mustafá al Kazimi de ser un “colaborador” de los estadounidenses.

Desde Washington, este último (que se encuentra en un brete entre Irán y Estados Unidos, ambos aliados suyos) envió al ministro de Interior, Othman al Ghanemi, a Basora y tuiteó que había destituido al jefe de la policía de Basora y a otros responsables “a causa de los últimos asesinatos”.

Pero esto no ha bastado para ganarse el favor de la población.

“El gobierno es débil frente a las milicias”, sostiene Helfi. “Pero esto no hace más que reforzar nuestra determinación: ahora, no solo nos manifestamos por nuestros derechos, sino también por nuestros mártires”.

AFP.

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