Chapare: cinco empresas y obras estatales que costaron Bs 7.173 MM no se usan

La Planta de Urea y Amoniaco, la planta procesadora de papel y la planta de coca han dejado de operar. Tampoco se utiliza plenamente el centro deportivo de Villa Tunari, ni el aeropuerto de Chimoré.

“Ebococa” se lee en lo alto de la planta destinada al procesamiento de la hoja de coca, ubicada en el Chapare. La estructura parece abandonada debido a la pintura desgastada y el moho que se apodera de sus muros. Todas sus puertas están cerradas y la maleza crece por la humedad. En el interior, las máquinas están paralizadas y no producen nada desde hace siete años.

Se trata de la Empresa Boliviana de Coca, inaugurada en 2010, que durante tres años funcionó al 20% de su capacidad y en 2014 suspendió operaciones. No es la única. 

De ocho empresas estatales construidas en el Chapare  durante la gestión de Evo Morales, tres han dejado de operar: la Planta Industrializadora de Urea y Amoniaco, la Empresa de Papeles de Bolivia (Papelbol) y Ebococa. Pasa lo mismo con dos megaobras  que no están en uso pleno en la región cocalera: el Aeropuerto Internacional de Chimoré y el Centro de Alto Rendimiento (CAR). 

Las obras y las plantas  que no operan demandaron una inversión de 7.173 millones de bolivianos.

Para el analista económico Roberto Laserna, estas empresas públicas estaban destinadas a fracasar debido a que fueron creadas con intenciones políticas y sin un estudio previo del mercado. “Esas plantas, como otras que se crearon en los últimos años, son iniciativas políticas, impulsadas por el voluntarismo más que por una racionalidad económica (…). No sorprende que  fracasaran”, sostiene.

 Empresas  que no operan

Las empresas públicas paralizadas en el Chapare son: la Planta Industrializadora de Urea y Amoniaco, que tuvo una inversión de 953 millones de dólares (6.632,88 millones de bolivianos) y suspendió sus operaciones en noviembre de 2019; la Empresa de Papeles de Bolivia (Papelbol) que significó una inversión de  162,4 millones de bolivianos y no funciona desde 2020, y Ebococa, que costó 11,2 millones de bolivianos y está paralizada desde 2014.

El CAR Villa Tunari fue construido con  Bs 126,4 millones para los Juegos Sudamericanos.
Foto: Archivo Página Siete

El  exasambleísta departamental de Cochabamba  Freddy Gonzáles (Demócratas), que hace seguimiento a la Planta de Urea y Amoniaco, asegura que la factoría no retoma operaciones debido a fallas en una turbina y  falta de  repuestos, entre otros problemas. “Falta una inspección y diagnóstico real, falta un plan de mantenimiento y cuenta con personal  de baja calidad”, lamenta. En solo un año, desde que dejó de operar, la planta perdió 257 millones de dólares y retiró al 84% de sus trabajadores.

Sobre el estado real de las otras plantas paralizadas,   se espera una evaluación.  “No nos hemos sentado para hablar de Papelbol o Ebococa porque estamos con educación e inundaciones”, afirma la concejala de Villa Tunari, Bacilia Calani. No obstante, las autoridades  prevén la reactivación de ambas empresas estatales este año.

Megaobras sin uso pleno

Las megaobras sin uso al 100% en la región cocalera son: el Aeropuerto Internacional de Chimoré y el Centro de Alto Rendimiento (CAR). El aeropuerto   fue inaugurado en 2015 con una inversión de 34,5 millones de dólares (240,12 millones de bolivianos) y a la fecha no cumple el objetivo con el que fue creado:  exportar productos del trópico.

El CAR de Villa Tunari fue inaugurado en 2018, con una inversión de 126,4 millones de bolivianos, para la realización de los Juegos Sudamericanos  de ese año. Actualmente sus ambientes no son utilizados en su totalidad por los deportistas y de a poco la humedad y el desuso malogran la mega infraestructura.

Papelbol  no opera desde el año pasado.
Foto: ABI

El CAR tiene un estadio, un coliseo y siete canchas auxiliares  de tenis, un polideportivo, una cancha de voleibol de playa y una pista atlética; cuenta con porterías, áreas administrativas, dormitorios, comedor, gimnasio,  red sanitaria externa y planta de tratamiento, drenaje pluvial y agua potable. En 2020, en el primer pico de la pandemia, las autoridades de Villa Tunari utilizaron los ambientes –sobre todo las viviendas-  como zona de aislamiento para pacientes con Covid-19. 

Actualmente, en el estadio –que tiene capacidad para 25.000 personas- se realizan partidos de fútbol, pero los demás ambientes no están en uso. El exasambleísta por el trópico  afiliado a las Seis Federaciones  Javier Castellón   lo atribuye a la pandemia que impide el entrenamiento de  deportistas.

“Estamos muy preocupados. Nos hemos reunido con el Ministerio de Deporte. Por  la pandemia es complicado arrancar. Como Estado se tiene proyectado subvencionar a los mejores deportistas que tengan un lugar donde irse a concentrar”, asegura Castellón.

En el caso del aeropuerto de Chimoré, desde que fue inaugurado en 2015 su pista fue utilizada en pocas ocasiones para vuelos comerciales, dando prioridad al entrenamiento de  pilotos, y no pudo concretarse la exportación de productos del trópico, aunque este último objetivo fue retomado.

El Aeropuerto  Internacional de Chimoré. 
Foto: Opinión

“Como trópico tenemos planificado a mediano plazo exportar por el aeropuerto muchos productos que producimos de forma industrial. Vamos a usar el aeropuerto”, dijo el exasambleísta.

Página Siete envió cuestionarios a los ministerios de Economía, Obras Públicas y de Desarrollo Productivo, pero hasta el cierre de esta nota ninguno respondió.

Productores buscan reactivar Ebococa

“Estamos buscando la manera de  ayudar a esta empresa. Su principal materia prima  es la coca orgánica y aquí hay (en Villa Tunari) como 100 compañeros que se dedican a esta producción. Es una manera de incentivar para que produzcan más materia prima para fabricar diferentes líneas en base a la hoja de coca”, dijo Dario Manrique, director nacional de la Dirección General de Comercialización e Industrialización de la Hoja de Coca (Digcoin).

En Ebococa, reunión de Digcoin y cocaleros el 13 de mayo.
Foto: Dignoin

Hizo la declaración el 13 de mayo, después una reunión realizada en ambientes de Ebococa con empresarios y dirigentes de la zona. El próximo encuentro  está programado para el 28 de mayo, en el mismo lugar,  para realizar una evaluación técnica,  junto a las organizaciones sociales y las federaciones,  sobre la situación de la factoría y sobre la continuidad del contrato de comodato con la Industria de Coca Mariani, que se hace cargo de Ebococa desde 2017.

David Veizaga, ejecutivo de la Federación Yungas Chapare, ratificó la voluntad de los productores para reactivar la cadena productiva cocalera en el Chapare, luego de los perjuicios que dejó la crisis de 2019 y 2020.

“Tenemos previsto sostener una segunda reunión técnica interinstitucional para dar una solución y reactivar la cadena productiva en la producción, industrialización y comercialización de la hoja de coca”, dijo.

El presidente de la Industria de Coca Mariani, Fernando Morales, admitió que la estatal está paralizada debido a causas “externas”. Tiene la esperanza de que este año la planta reactive sus operaciones y  amplié su línea de producción.

“Hemos acordado ponernos las pilas y empezar a trabajar. Hubo demoras y retrasos, muchos ajenos a nuestra voluntad como propios del ejercicio de la industria. Nuestro objetivo es la industrialización de la coca y creemos que este año arrancamos”, afirmó Morales.

Entre los nuevos productos que se busca incorporar en Ebococa, según Morales, están:  la hoja de coca limpia lista para el consumo (pijcheo), té energizante o té negro con extractos de coca y, lo que asegura que será una sensación en el mercado, el  vino de uva con  extractos de la hoja milenaria.

La planta, inaugurada en 2010, nació con el propósito de procesar la coca orgánica y convertirla en productos alimenticios y farmacológicos como parte de la campaña gubernamental para despenalizar la hoja milenaria. Su producción fue mínima. Llegó a comercializar panetones, un jarabe y “chizitos”. con base en coca.

Punto de vista

 Roberto Laserna   Analista económico 
Los políticos no asumen pérdidas

Las plantas del Chapare, como otras que se crearon en los últimos años, son iniciativas políticas impulsadas por el voluntarismo más que por una racionalidad económica. No se tomaron en cuenta muchos aspectos clave para una inversión: la demanda, los precios de venta, el abastecimiento de insumos, la capacidad de la mano de obra, etc.

 Fue así por el origen público de los recursos. Un privado jamás usa de esta manera sus recursos porque si se pierden es él el que pierde. Pero un burócrata o un político no sufre las pérdidas, las transfiere a la gente y disfruta de la “ganancia” de popularidad que le dan las inauguraciones. Por tanto, no sorprende que estas plantas fracasaran. Muy rara vez la industrialización política ha tenido éxito.

Al localizarlas en el Chapare se afirmaba el poder. No estar en las ciudades era importante para ese mensaje, pero al mismo tiempo creo que se buscaba generar otras opciones de empleo que no estuvieran vinculadas a la agricultura de la coca. En ese sentido, era también un mensaje defensivo que llevó la idea del desarrollo alternativo más allá de lo que imaginaron sus promotores iniciales. 

Finalmente, es también una muestra extrema de ese voluntarismo político que creyó que la inversión es solamente dinero y que ignoró que también es administración, mercados, tecnología, materiales e insumos, infraestructura y, sobre todo, capacidad productiva.

El aeropuerto de Chimoré intenta aprovechar una pista ya existente que hasta ahora tiene uso militar y policial. Seguramente se pensó que ampliando una terminal adecuada atraería pasajeros y ayudaría a convertir al Chapare en un destino turístico internacional. El aeropuerto languidece porque no hay pasajeros, y la falta de uso encarece su mantenimiento.

La Planta de Urea y Amoniaco tiene una falla muy grande en su localización. Cuando se la concibió inicialmente se la pensó en la frontera con el Brasil, pero decidieron llevarla al Chapare y transportar hasta allí la materia prima aumentando los costos  y reduciendo la competitividad.

Por María Mena M. / Cochabamba

Fuente: Página Siete

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